lunes, 21 de diciembre de 2009

Laura y Blas, un asunto de ser quien eres y ya.

Leo mis correos de dos días, numerosos, impersonales. Uno de ellos, Libros Peruanos ¿Por qué lo abro si no compro libros con regularidad? Ah, tiene columnas de opinión, artículos exquisitos, infrecuentes. Debería dejar de leer periódicos y dedicarme más a estos delicatessen. El novelista Miguel Gutiérrez escribe “¿Fraude o maravillosa ficción: Laura Laurencich 14 años después”, y a través de la lectura recupero en mi memoria una noticia que, aquella vez, me produjo incomodidad. Una historiadora italiana se había permitido negar que Guamán Poma de Ayala, mi adorado cronista, fuera autor del libro La Nueva Crónica y el Buen Gobierno. Gutiérrez habla del rechazo que produjo tal revelación durante un simposio de académicos peruanos, en la Universidad Católica de 1996. Los eruditos la hicieron polvo, la cuestionaron ¿quién es ella?, nadie la conoce, no ha escrito nada trascendente, los documentos en que se apoya son falsos. Sí pues, eso fue lo que leí en los periódicos yo también. Y resulta que ahora, 2009, el trabajo de esta historiadora ha sido publicado por la Municipalidad de Chachapoyas (¿quée?), la única que aceptó semejante riesgo. Los Chachapoyas, recordemos, fueron llamados “fidelísimos” por los españoles de la conquista. En cambio, siempre fueron rebeldes y contestatarios a los Incas. Historias de antiguos, como se dice.
Pues bien, retomando el hilo de mi relato –extraño, muy extraño- leo al novelista Miguel Gutiérrez, que nos dice que si la doctora Laura no es científica, pues entonces debe ser una excelente fabuladora porque los documentos que muestra son alucinantes. En resumen, ella afirma que el verdadero autor de Nueva Crónica y Buen Gobierno, es el jesuita Blas Valera, nacido en Chachapoyas y criado entre indios hasta los 13 años. Su vida cambia cuando presencia el asesinato de su madre, la indígena Urpai a manos de su padre, el español Alonso Valera. A los 23 ingresó a la Orden jesuita, una de las primeras promociones de mestizos, y fue enviado a Huarochirí (la misma tierra que nos legara sus maravillosas leyendas) para hacer sus estudios religiosos. Luego la Orden lo envió al Cuzco. Estamos hablando de 1577, sólo unas décadas atrás se había iniciado la ocupación española de nuestra tierra. Entre otras rebeldías, los cuzqueños formaban sociedades secretas para alimentar la memoria de los antepasados y Blas tomó contacto con una de ellas, llamada “Nombre
de Jesús”. Por su intermedio conoció la historia oral, también aprendió a leer fluidamente los ideogramas, signos y pictogramas presentes en los kipus y diseños textiles. Poco después se hacía llamar “el mestizo que se siente indio” y declaraba ser fiel a la estirpe de su tío materno, el curandero Illahuanca. Se alineó con una corriente jesuita llamada “primitivista”, que trataba de evangelizar a los indígenas en su propia lengua sin exterminar su cultura (corriente que desarrolló una importante Misión en Paraguay y a la que debemos la conservación del guaraní), pero Valera se sentía diferente: él quería organizar un movimiento neo inca-cristiano, para que veas que nadie inventó nada en este país. Parece que la política en aquel tiempo semejaba una olla a presión y, para variar, la idea del levantamiento hervía bajo las piedras (¿dónde se jodió el Perú, Zavalita?). Pronto, el Imperio concluyó que debía corregir dos puntos en su política religiosa: 1) prohibió el ordenamiento de sacerdotes mestizos, 2) exacerbó las contradicciones con los jesuítas, excesivamente pensantes, lo cual derivó después en su expulsión de toda América. Naturalmente, Blas fue castigado y llevado a España por levantisco, aunque oficialmente se le imputó un lío de faldas (¿raro en un sacerdote, no?) y confinado a reclusión en Cádiz, donde se puso a escribir historia, con gran estilo y elegante latín. Una incursión inglesa incendió su monasterio y junto con su vida sólo logró salvar un puñado de manuscritos, que luego entregó al Inca Garcilazo de la Vega, otro mestizo que vivía en España. Para demostrarnos que Bryce Echenique no fue el primer copión de la historia, Garcilazo publicó Los Comentarios Reales, su obra, sobre la base de los manuscritos de Valera, pero se olvidó de poner las comillas (aunque lo menciona varias veces). Al ver que el mestizo no bajaba el morro, la Orden jesuita lo condenó a muerte jurídica, tras lo cual borró el nombre de este sacerdote peruano, de todas las listas de los vivos (¡la de reuniones y coctelitos de Embajada que se perdería!). Blas escapó, e hizo el viaje de regreso al antiguo Perú. Ya en su patria se dedicó a viajar, recogiendo historias, levantando desorden y propagando su evangelio de identidad peruana. Fue protegido por sus colegas jesuitas-mestizos Gonzalo Ruiz, Pedro de Añasco-y por sacerdotes doctos como Anello Oliva, gracias a lo cual, durante 19 años, logró continuar su prédica por los pueblos. En estas correrías conoce a nuestro Guamán Poma, el indio rebelde, que no manejaba aún los instrumentos de los españoles (el papel y la tinta) pero ya utilizaba la historia como recurso de resistencia al exterminio de nuestras culturas. Guamán Poma completa mucha información, que Blas Valera recoge, dibuja, escribe y edita. Entre sus 53 y 73 años realiza esta obra, que se ubicaba, de espléndida manera, en el proyecto jesuita de atraer la atención de las mentes superiores (supuestamente el Rey) hacia las barbaridades que se hacían aquí, en estas lejanías. Dada su muerte jurídica y civil -el nombre de Blas Valera había sido borrado del mundo de los vivos- es natural que necesitara un representante (un testaferro, como se dice) y él escogió a su gran amigo, a quien (sabiéndolo o sin saber) levantaría del anonimato para enviarlo a la posteridad: Guamán Poma, el indio. En 1918 viajó a España y logró escribir una de las dos obras recuperadas con su nombre: Exsul Inmeritus. Y murió. Era 1619. La historia de cómo llegó a tus oídos merece otra novela. Laura Laurencich (me suena como Luisa Lane o Lina Luna) es una italiana real, no conozco su rostro, sólo su fama de antipática y rompe ilusiones. Después de su choque de trenes en la Lima de 1996, con el stablishment etnohistoriográfico, ella también fue condenada a muerte social porque la llamaron “desconocida” “improvisada” “fantasiosa" etc. El Perú se le cerró. Pero ella cree en sí misma y logró un Simposio de expertos en Roma (1999. Instituto Italo-Latinamericano) que confirmó por todos sus ángulos la veracidad de los documentos presentados (el libro mencionado y otro, llamado “Historia et Rudimenta Linguae Piruanorum”, completado desde Lima, en 1638, por el sacerdote Anello Oliva) Para que veas que las mujeres también somos científicas, que podemos arriesgar una reputación, podemos enfrentar a los hombres conservadores en su propio terreno. Y no fue a cambio de matrimonio, ni de seguro social, no. Sólo fue amor... a la verdad.

3 comentarios:

  1. Hola Zorra de Abajo

    Ben día, en este 22. Leía tu post y lo primero que se me ocurrió, que el nombre de la historiadora italiana, era como rima: Laura Laurencich. Me gustaría leer más sobre ella.

    Por lo que relatas zorra, la tesis de la historiadora, me recuerda los relatos que escribe el señor Luis Enrrique Tord.

    Y para continuar, no sólo Laura estimada zorra. Las mujeres a lo largo de la historia, muestran su coraje en todos los campos del saber y más de una vez, dan lección de entereza y valentía.

    Viene a mi memoria, doña Madame Curie, dos veces ganadora del nóbel. También Clorinda Matto de Turner y su Aves Sin Nido. Como olvidar a doña Manuelita Saenz, corajuda y amantísima mujer. También la nicaraguense Gioconda Belli. Nuestra peridista Ängela Ramos...Sor Juana Inés de la Cruz y así podría continuar.

    Termino con esto doña zorra. Cualesquiera sea la idea que Usted tenga de Dios, es mi deseo decirle: ¡Feliz Navidad!

    Carlos el baterillero

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  2. Querido baterillero, las mujeres y las zorras invocamos a las mujeres valientes cuando nos acomete la cobardía. Y nos arrimamos a los importantes cuando estamos invadidas de puerilidad, como por ejemplo en las fiestas navideñas, mientras nos empachamos de compras, recetas de pavo y luces musicales. Pero qué más da, ¡que viva la Materia! Feliz Navidad reflexivo amigo de las zorras

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