
Las calles navideñas, entre luces y "sooopa le dieeeron al niñooooo" eran una mar de gente, ¿adónde está la crisis económica?. Envuelta en la masa lenta y nerviosa, pensó en un incendio, tan terrible como el de aquel año 2001, empezó a sentir pánico pero se sobrepuso, ¿en qué otro lugar conseguiría los fuegos artificiales tan baratos?. Sin consultar a su cansancio, tomó un taxi hacia el Jockey Plaza para comprar el regalo preciso para satisfacer a su hija, la conflictiva Paula, pobrecita. La cola en caja sólo demoró 25 minutos ¡vaya! y salió veloz rumbo a casa para mandar el pavo al horno de la panadería. Kikito se hizo el difícil para ayudarla a cargar la bandeja de 9 kilos de pavo embadurnado en salsa criolla. ¡Sólo son 50 metros, mi amor!. Los ruegos de madre lo ablandaron y al final el chico le hizo el favor. A las 9 de la noche ya casi había terminado la decoración de la mesa, a las 10 p.m. la familia estaba reunida, ¡al fin!, ese fue el momento que ella escogió para ir a su cuarto y terminar de envolver regalos, ¡ay, se le olvidó la empleada! Sin más, cogió el frasco de colonia que le regalaron en su cumpleaños, aún no estrenado por supuesto -¿o si?- ¡Listo! Se sintió una directora de orquesta dispuesta a afinar los instrumentos... pero ¡aún no! Por suerte se dio cuenta que estaba apestando a caos navideño. Este es mi momento se dijo bajo la ducha pero Paco venía a buscarla "mujer ¿dónde te has metido? no encuentro el sacacorchos" Una brisa de satisfacción rozó su frente, siempre es grato que la necesiten a una, pero puso un tono afligido para responderle "¿No puedes hacer nada por tí solo? pregúntale a Eduviges, yo estoy cambiándome"
Regi

(Este espeluznante relato está dedicado a una amiga a quien quiero mucho y a quien deseo muchas fiestas imperfectas en esta vida, en donde ella no sea indispensable)